Quiero
adentrarme para esta reflexión académica asumiendo como base el texto sobre
pedagogía crítica planteado por el docente Mario Mejía Valencia. Inicio con este aparte del texto ” El conocimiento,
instrumento de dominación política.”
La
educación se ha caracterizado justamente por hacernos pensar, en la posibilidad
de la existencia de un mesías que marque el rumbo de nuestro destino, un
gobernante que marque los derroteros de nuestra existencia, alguien que nos
diga lo que puede y no puede ser durante nuestra corta vida, alguien que en
definitiva, establezca los marcos de referencia legales a los cuales nos
acomodaremos complacidos y complacientes.
La
educación se ha encargado de bloquear en cada uno de nosotros la posibilidad de
crear, innovar y sobre todo transformar las estructuras preestablecidas,
asumimos pues una postura cómoda y acrítica en relación con las doctrinas que
tradicionalmente han regido la conducta de la especie humana, mal llamada
pensante, pues, ¿Hasta dónde es pensante un individuo que solo piensa lo que
los líderes han pensado ya por él? ¿Cuándo tomaremos el mundo y nuestras vidas,
con nuestras propias manos?[1]
Asistimos como
maestros a un momentos socio-político muy complejo para abordar procesos
formativos con calidad porque el mismo sistema educativo ha castrado nuestros
sueños de maestros comprometidos con una causa muy justa para la humanidad como
es formar de manera integral, solo basta con retroceder un poco en la historia
para ver como la educación ha sido la cenicienta del las políticas
gubernamentales en nuestro país, solo basta nombrar algunas de las
problemáticas en las cuales está circunscrita: bajos salarios a maestros,
desconocimiento de los niveles de formación, división en el magisterio,
persecución a maestros, desplazamientos forzosos amenazas, políticas estatales
que no favorecen los procesos de investigación al interior de las
instituciones, desconocimiento de prácticas pedagógicas significativas al
interior del aula, bajos niveles de capacitación a maestros, búsqueda de cupos educativos en condiciones
de infrahumanidad, marchas de comunidades educativas en pleno, deserción
escolar, alto índice de analfabetismo, niños trabajadores, bajas
infraestructuras sociales y productivas para ambientes óptimos en los centros
de formación, dotaciones irrisorias a nivel de aulas, baja dotación bibliográfica a las instituciones y en general
locaciones…podría seguir nombrando para terminar precisando que tal como
plantea en el documento el profesor Mario Mejía
“La educación se ha encargado de bloquear en cada uno de nosotros la
posibilidad de crear, innovar y sobre todo transformar las estructuras
preestablecidas” aspectos de tal trascendencia que toca toda una nación, pues
las generaciones no se hacen esperar en una sociedad como la nuestra donde es importante
capturar y dejar enunciados criterios de validez que nos permitan como
docentes, pedagogos e investigadores de la educación, reconfigurar procesos
formativos que solo se hacen posibles en la lectura de los escenarios desde
donde cohabitamos con las generaciones que nos tocó acompañar en su proceso
formativo.
El aprendizaje se había desligado de la edad para
tornarse continuo, esto es, a lo largo de toda la vida. Hoy nos encontramos con
un sujeto mucho más frágil, más quebradizo, pero paradójicamente mucho más
obligado a asumirse, a hacerse responsable de sí mismo, en un mundo en el que
las certezas en los planos del saber, como en el ético o el político, son cada
vez menores.[2]
“Con este
sujeto es con quien tiene que lidiar la educación: el de un adolescente cuya
experiencia de relación social pasa cada día más por su sensibilidad, por su
cuerpo, ya que es a través de ellos que los jóvenes –que hablan muy poco con
sus padres– les están diciendo muchas cosas a los adultos mediante otros idiomas:
los de los rituales del vestirse, del tatuarse y del adornarse, o del
enflaquecerse conforme a los modelos de cuerpo que les propone la sociedad por
medio de la moda y de la publicidad”.[3]
Los
maestros asistimos a una nueva
generación; tenemos en nuestras manos, nativos digitales[4],
que viven, intervienen y transforman sus entornos con el uso de
otros sistemas simbólicos. Imagen, sonido, quinésicas, otros medios y
mediaciones, diferentes a las de nuestra
generación; en ese orden de ideas, nosotros, maestros del siglo XXI
debemos hacer lecturas con una mirada más semiótica. Comprender
estas nuevas formas de vida con conocimientos cada vez mayor del individuo, hoy
la educación debe tener más en cuenta a cada individuo, como persona con
características particulares, con sus diferencias tanto físicas como síquicas.
Aquí tiene un papel relevante la didáctica ya que debe estructurarse en función
de las características individuales de cada alumno con sus intereses y
motivaciones personales. En ese sentido se hace urgente hacer investigación en
el aula, tema que hoy es bien complejo ya que estamos llenos de formatos que
nos restan el tiempo de reflexión pedagógica seria e intencionada para los procesos de enseñanza
y de aprendizaje
Por
un momento me detengo en el texto del profesor Luis Bernardo Peña cuando dice “Mi voz de maestro lleva el eco de muchas
otras voces” cuando hace la invitación a registrar nuestro sentir en el
aula y a hacer de lo cotidiano, algo extraño; a ubicarnos en la otra orilla y
vernos en el entorno del aula, acompañando nuevas generaciones en su proceso
formativo.
Palabras
que retumban en mi oído, porque me evocan el sentir de tantos maestros y
maestras que en nuestro afán por dar lo mejor de sí y de la manera más humana
nos quedamos cortos con el lenguaje; es el temor a emitir nuestras
apreciaciones, nuestros juicios de valor, nuestros sentires, nuestras emociones
y qué se yo, nuestra esencia de ser humanos, que en la cotidianidad académica y
pedagógica que nos reúne. Leemos, soñamos y vivimos un país que pese a lo
desdibujado nos deja con la ilusión de reconstruirlo a través de la escuela, pero
muy fundamentalmente, a través de la palabra, como nos lo muestra Octavio Paz,
“Estamos hechos de palabras”.
Cuando escucho el discurso del profesora Mario Mejía Valencia en torno al conocimiento como instrumento de dominación política, me detengo en la reflexión centrada en lo ético, social, político, cultural y en general, lo formativo y pienso, por un momento, que sin distingos socioespaciales, las generaciones parecieran estar manifestando una gran desmotivación frente a su proceso formativo, alcanzan a ver la escula sólo como un espacio de socialización, es decir allí encuentro mis amigos, como el espacio donde se pueden alimentar, suplir sus necesidades básicas, lo que no encuentran al interior de sus hogares, pero en esencia el papel de la escuela lo encuentran desdibujado, aburrido, con rutinas donde no leen lo que ven en el entorno social. En ese orden de ideas, se deja entrever la necesidad de la reflexión a partir de la práctica pedagógica regular, como uno de los medios para la construcción de conocimiento, que indefectiblemente se debe escribir, permitiendo un legado para las generaciones nacientes, máxime en este momento de la historia donde la autonomía escolar, regida a través del Proyecto Educativo Institucional, tiene un compromiso escolar y social; debe estar no sólo visionada a tener aprendizajes más significativos, más articulados, más contextualizados y pertinentes, sino también una autonomía escolar evidenciada en los proyectos de aula, de núcleos interdisciplinares, institucionales entre otros.
En esta medida, creo que el seminario hace una invitación clara a leer en las prácticas educativas cotidianas, el saber pedagógico, pero más que dotarnos de herramientas para leerlo, es escribirlo y perder el temor a hacer de nuestras reflexiones la posibilidad de dar a conocer todo cuanto acontece en el aula regular, para presentar la diferencia, la creatividad y el sello propio de cada maestro con su cultura escolar y su capacidad de asombro frente a cuanto lo rodea; ese saber pedagógico se empieza a convalidar en la misma práctica ya que está sujeto a la crítica con los actores institucionales, dígase comunidad educativa.
Retomando el discurso pedagógico orientado desde este seminario, dentro de las muchas reflexiones académicas hechas semana a semana en mi práctica regular, he podido fortalecerme a partir de la postura y el aporte de otros maestros y maestras que en un trabajo constante y consciente están repensando no sólo su condición de forjadores de una institución más crítica sino creadores de visiones intersubjetivas para intentar leer la cultura escolar desde las necesidades sociales, como lo diría D. A. Schön, conocimiento en la acción.
Cuando escucho el discurso del profesora Mario Mejía Valencia en torno al conocimiento como instrumento de dominación política, me detengo en la reflexión centrada en lo ético, social, político, cultural y en general, lo formativo y pienso, por un momento, que sin distingos socioespaciales, las generaciones parecieran estar manifestando una gran desmotivación frente a su proceso formativo, alcanzan a ver la escula sólo como un espacio de socialización, es decir allí encuentro mis amigos, como el espacio donde se pueden alimentar, suplir sus necesidades básicas, lo que no encuentran al interior de sus hogares, pero en esencia el papel de la escuela lo encuentran desdibujado, aburrido, con rutinas donde no leen lo que ven en el entorno social. En ese orden de ideas, se deja entrever la necesidad de la reflexión a partir de la práctica pedagógica regular, como uno de los medios para la construcción de conocimiento, que indefectiblemente se debe escribir, permitiendo un legado para las generaciones nacientes, máxime en este momento de la historia donde la autonomía escolar, regida a través del Proyecto Educativo Institucional, tiene un compromiso escolar y social; debe estar no sólo visionada a tener aprendizajes más significativos, más articulados, más contextualizados y pertinentes, sino también una autonomía escolar evidenciada en los proyectos de aula, de núcleos interdisciplinares, institucionales entre otros.
En esta medida, creo que el seminario hace una invitación clara a leer en las prácticas educativas cotidianas, el saber pedagógico, pero más que dotarnos de herramientas para leerlo, es escribirlo y perder el temor a hacer de nuestras reflexiones la posibilidad de dar a conocer todo cuanto acontece en el aula regular, para presentar la diferencia, la creatividad y el sello propio de cada maestro con su cultura escolar y su capacidad de asombro frente a cuanto lo rodea; ese saber pedagógico se empieza a convalidar en la misma práctica ya que está sujeto a la crítica con los actores institucionales, dígase comunidad educativa.
Retomando el discurso pedagógico orientado desde este seminario, dentro de las muchas reflexiones académicas hechas semana a semana en mi práctica regular, he podido fortalecerme a partir de la postura y el aporte de otros maestros y maestras que en un trabajo constante y consciente están repensando no sólo su condición de forjadores de una institución más crítica sino creadores de visiones intersubjetivas para intentar leer la cultura escolar desde las necesidades sociales, como lo diría D. A. Schön, conocimiento en la acción.
Termino diciendo que este
curso fue un espacio académico que me permitió reflexionarme y fortalecerme en
la parte formativa en mi condición de maestra, asumiendo posición, viviendo
intensamente la cotidianidad de la escuela y mi relación con los alumnos, ya
que el trabajo de un maestro está lleno de experiencias vitales: afectos y
odios, triunfos y derrotas, gratitudes y olvidos, mundos posibles e imposibles,
angustias y alegrías, esperanzas y miedos…”
[1] Módulo sobre pedagogía Critica orientado por el
profesor Mario Mejía Valencia
[2]
MARTÍN-BARBERO, J. (2002): La educación desde la comunicación, Buenos Aires,
Norma.
[3] Jesús
Martín-Barbero. Saberes hoy: diseminaciones, competencias y transversalidades.
Revista iberoamericana de educación. N.° 32 (2003), pp. 17-34.
[4]
BRUNNER, J. J. (2003): Educación e Internet ¿la próxima revolución?, Santiago,
FCE. — (1991): El nuevo pluralismo educacional en América Latina, Santiago,
Flacso.
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